En este artículo hablamos de:
Cuando hablamos de sistemas de extinción de incendios en naves industriales y factorías, cada proyecto de Protección Contra Incendios debe de abordarse de forma individualizada atendiendo a múltiples factores.
Uno de estos factores es la naturaleza del combustible que puede generar el fuego. En España se trabaja en este ámbito a partir de la norma UNE-EN 2-1994/A1: 2005, que clasifica el fuego en función del tipo de combustible que lo alimenta.
La norma define cinco tipos de fuego: A (sólidos), B (líquidos o licuables), C (gases), D (metales) y F (aceites y grasas vegetales o animales).
En el sector industrial, los incendios en naves industriales con fuego de clase D son de los más delicados de abordar, debido a la especificidad de los medios con los que se debe combatir el incendio.
Se considera un incendio de clase D aquel en el que se ven implicados metales combustibles. Una de las características de este tipo de fuegos es que son susceptibles de propagarse a gran velocidad, por oxidación-reducción, pudiendo generar durante el proceso otras reacciones químicas.
Algunos de los metales combustibles empleados en el sector industrial son de fácil ignición, combustionan de forma más violenta que otros fuegos y se oxidan rápidamente, liberando ratios de calor por unidad de medida superiores a los de, por ejemplo, la mayor parte de líquidos combustibles (Tipo B).
Aunque hablemos de metales a nivel general, lo cierto es que son tan solo unos pocos de ellos los que suelen verse implicados en incendios de forma recurrente. De hecho, los más habituales en el entorno industrial son el sodio, el potasio, el magnesio, el litio, el titanio o el circonio.
Algunos ejemplos de instalaciones industriales en los que se convive a diario con este tipo de materiales pueden ser, por ejemplo, fábricas de pinturas, talleres de construcción aeroespacial (ambas emplean titanio en sus procesos de fabricación y construcción), fábricas de automóviles o instalaciones en las que existe maquinaria o vehículos que utilizan baterías de litio.
Sin embargo, en condiciones específicas, cualquier metal puede llegar a entrar en combustión. Todo dependerá de la forma en la que se trabaje con el material. Por ello, aunque en principio podamos pensar que metales como el hierro o el aluminio no pueden combustionar, lo cierto es que si éstos se encuentran en forma de virutas o polvo metálico son altamente reactivos y sí que son potencialmente inflamables.
Los metales se comportan de forma particular ante el fuego, pudiendo algunos de ellos, como el magnesio, el fósforo blanco o el potasio, arder espontáneamente e incluso generar explosiones. Además, los metales, a nivel general, alcanzan ante un incendio temperaturas muy elevadas que oscilan entre los 2.700 °C y los 3.300 °C.
Otra de las características de los metales es que éstos cuentan con una alta conductividad térmica. Por ejemplo, la del acero es mil veces superior a la del algodón.
Algunos metales como el magnesio, el potasio, el sodio o el titanio, si entran en contacto con el agua durante un incendio, pueden reaccionar exotérmicamente liberando hidrógeno en forma de explosiones de vapor. Es por ello que hay que abordar de forma particular los incendios de clase D en naves industriales en los que se ven implicados este tipo de metales.
Cuando se produce un incendio en el que se ven implicados metales, además de las sustancias tóxicas emitidas habitualmente en cualquier incendio como el monóxido de carbono, los metales pueden liberar otro tipo de tóxicos como el ácido clorhídrico y otros metales pesados como el plomo, empleado habitualmente en aleación con otros metales.
Debido a las altas temperaturas que pueden alcanzar las estructuras de metal durante un fuego de clase D, es necesario prestar especial atención a la propagación del fuego por radiación.
Por ejemplo, las planchas metálicas pueden reflejar en parte las ondas radiadas, y como el calor radiado por el fuego se transmite en línea recta, éste es susceptible de ir calentando otras estructuras y objetos metálicos próximos al fuego, de forma que el incendio puede propagarse con mayor facilidad.
Y si se produce una combustión en la que se ven implicados metales radiactivos como el uranio o el plutonio, aún hay que extremar más las precauciones.
Ante los incendios de clase D en naves industriales, es necesario establecer un protocolo ad hoc, empleando sistemas de extinción de incendios concretos para prevenirlos, o si no es posible, para actuar contra el fuego.
Durante un incendio en el que se ven involucrados materiales, productos y estructuras metálicas, éstos pueden reaccionar de forma adversa durante el contacto con el agua, e incluso generar una explosión.
Esto sucede especialmente con los metales alcalinos, e incluso alcalinotérreos como el magnesio, muy presente por ejemplo en la industria de la automoción.
Ante la imposibilidad de emplear sistemas de extinción de incendios acuosos a la hora de combatir un incendio en el que hay una alta concentración de metales, es necesario emplear sistemas de extinción por polvo.
Sin embargo, debido a sus propiedades, los metales presentan diferentes tipos de combustión. Por ello, es imprescindible estudiar previamente las características de cada combustión y emplear un sistema de extinción por polvo químico con una composición específica, ya que no existe un agente extintor universal para metales.
Dentro de las composiciones más empleadas para la extinción de fuegos de clase D, encontramos algunos elementos que se emplean de forma recurrente. Desde polvo químico, CO2, carbonato sódico, y también cloruro de sodio, empleado para combatir fuegos con magnesio, aluminio o potasio, entre otros. El grafito, la arena seca o el borato de sodio son otros de los compuestos empleados en otro tipo de composiciones específicas.
A la hora de abordar un proyecto en el que se vean implicados metales combustibles, además de los agentes extintores de polvos especiales, existen distintos sistemas, tanto para prevenir las llamas como para controlarlas.
Una rápida detección será fundamental en estos casos. En este punto, los sistemas automáticos de detección de incendios permiten una reacción temprana minimizando los posibles daños.
En entornos de estas características es fundamental controlar tanto los niveles de humos como la temperatura, por ello es necesaria la instalación de un sistema SCTEH.
Estos sistemas están basados en el principio del ‘empuje térmico’. Es decir, el humo caliente que se genera en la parte inferior del equipo genera una presión que conforma un flujo de humo hacia el exterior en cada uno de los aireadores.
Con ello, se generan una serie de espacios seguros que permiten, entre otras, facilitar las tareas de evacuación o el acceso de los bomberos al edificio.
Por tanto, un plan personalizado de protección contra incendios, estudiando todos los pormenores del proyecto, será crucial en aquellos sectores que emplean de forma habitual metales combustibles.
Puede sonar rocambolesco, pero la luz que nos rodea en este mismo momento, en…
Los almacenes en altura, debido a sus características específicas, presentan desafíos adicionales cuando se trata…
La seguridad contra incendios en instalaciones industriales es esencial no solo para proteger las vidas…
El pasado 19 de noviembre tuvo lugar la quinta edición de LOGINREAL’24, un evento organizado…
La protección contra incendios en centros de datos es crucial para garantizar la continuidad operativa…
En España, el mantenimiento de los sistemas de protección contra incendios (PCI) está regulado por…